El relato es propio, las reservas son ajenas: el BCRA saca pecho con dólares que no debería tocar
Vladimir Werning en un evento con inversores aseguró que “sobran dólares” en el Banco Central. Pero cada uno viene con deuda (e intereses) incluidos. No entran divisas genuinas, no hay crédito y la Argentina vive de prestado. ¿Hasta cuándo se puede sostener esta ficción?

BUENOS AIRES – 27 de junio de 2025 - “No nos faltan reservas, sobran”, afirmó con cara de piedra Vladimir Werning, vice del Banco Central, frente a un auditorio de inversores. Con esa frase, marcó el tono de todo el show: mucho verso y poca sustancia. Porque si hay algo que caracteriza a esta gestión libertaria es la creatividad en el uso del maquillaje. Y en este caso, los dólares que muestra el BCRA no son suyos. Son dólares prestados que, con suerte, embellecen los balances… y más probablemente, se evaporan tapando parches de una fiesta financiera cada vez más parecida a un esquema Ponzi.
💰 Reservas dibujadas, economía seca
A pesar del show de números y tecnicismos, la realidad es más simple y preocupante: el Banco Central no cumplió con la meta de acumulación de reservas pactada con el FMI. Al 13 de junio —fecha original de corte— faltaban más de USD 4.000 millones. La respuesta del Gobierno no fue conseguir los dólares que faltaban, sino algo más creativo: cambiar la fecha, relativizar el objetivo y repetir que “no hay urgencia”.
El vice del BCRA incluso lo dijo sin pudor: “Si hubiéramos cerrado el número el último día de la negociación, no hubiese estado tan abajo”. Una confesión que, lejos de tranquilizar, pone en evidencia el nivel de improvisación con el que se manejan compromisos internacionales clave. Como si el problema no fuera el incumplimiento, sino el momento en que se mide.
En paralelo, no hay señales de divisas genuinas ingresando a la economía. Las exportaciones están estancadas, la inversión extranjera directa brilla por su ausencia, y el crédito para empresas y hogares sigue paralizado. Lo que sobran no son dólares: sobran excusas.
Y mientras tanto, el equipo económico cree que puede seguir vendiéndole espejitos de colores a los inversores, convencidos de que la simpatía ideológica alcanzará para disimular la fragilidad estructural.
Pero el entusiasmo de los mercados tiene fecha de vencimiento. Y el día que los números ya no cierren ni en la narrativa, el mercado respondera, una vez más, con el bolsillo.